ablandó el corazón de los demonios
y, por única vez,
al menos hasta
donde conocemos,
hizo llorar a los
tormentos.
Canciones de un
domingo adormilado.
En cambio, son
muchos quienes opinan
que los dioses no
le entregaron
a su amante porque
les pareció
que se mostró
cobarde,
como buen citaredo,
y no fue capaz de
perder la vida
para volver a estar
junto a Eurídice.
Las esquinas que
doblan pensamientos.
Las sicológicas
esquinas
que no conocen la
piedad
ante una súplica
humana.
Esa tarde colgaba
de mi brazo
como una carpeta
y caminábamos bajo la lluvia
hacia el metro que
la dejaba en casa.
Algunos meses antes
sus zapatillas
reposaban
sobre un tronco
calentándose al sol.
Si abría los ojos
veía
su bolso y sus
gafas,
su cuerpo como una
montaña
que impedía ver parte
de los edificios.
Bebiendo limonadas,
tumbados a orillas
del río,
quería meter los
pies en el agua,
miraba para abajo y
decía
“yo sólo pretendía”
o “lo único que yo
buscaba”.
No valgo para mucho
más.
No valgo para mucho
más.
No valgo para mucho
más.
Pero eso sería
demasiado triste.
Sucumbió
a la mordedura de una serpiente en un tobillo.
Sin mirar para
atrás, yo dije:
“a lo mejor hay una
jeringuilla”.
Y ya nos entró el
miedo
y dejamos de andar
descalzos
por el césped. Era
verano.
¿Recuerdas lo qué
decían nuestros padres?
No caminéis
descalzos
por la arena
caliente,
puede haber
jeringuillas enterradas.
Entonces, siempre
será peligroso.
Seré viejo y
siempre
habrá algo escondido.
Recitando sus
últimas palabras
bajé las escaleras
buscándola
y eché un vistazo
en el andén.
Cerbero
conteó abiertas sus tres bocas
y
la rueda de Ixión se paró con el viento.
Me giré asustado
pensando
que no estaba.
Pero terminaba el
invierno
y caminábamos bajo
la lluvia
hacia el metro que
la dejaba en casa.
Luego la historia
ya está escrita.
Tanto en las hojas
muertas y húmedas
que el barrendero
amontona,
como entre las
ramas secas de un árbol
frente a la fachada
de un edificio
-algo esconden que
nos preocupa a todos.
Tienes buen oído,
yo sólo escucho
los pájaros
silbando en mi ventana
cuando todavía
estoy dormida
y, a veces, un
bullicio.
Cuando sueño
contigo.
Cuando sueño
contigo
abro los ojos
incómoda.
Como aquella vez en
la que estaba
cerca de un bosque
y escuchaba
algo así como una
flauta.
Te veía jugando en
los arbustos
y cuando miraba de
nuevo
ya no estabas.
Reaparecías lejos.
Yo te seguía. A mis
pasos,
las ramas, rotas, crujían.
Sentía un
escalofrío en el pelo
y luego venían a
por mí, deslizándose,
y yo creía que me
mataban, que me moría.
El día anterior
habíamos visto a un hombre
durmiendo justo
donde
nos gustaba
tumbarnos.
Parecía un
vagabundo, estaba sucio.
Para ellos no era
un hombre afligido,
era un citaredo....
Orfeo bajando a los
infiernos para pedir que le devuelvan viva a Eurídice muerta. Parece un sacrificio grande, un esfuerzo ejemplar. Orfeo, por amor, es capaz de llegar al lugar más tenebroso
del planeta y recuperarla y, por amor, la pierde de nuevo. No fue capaz de
realizar el sacrificio eterno. Si solo quería estar junto a Eurídice, la muerte
hubiera sido su consuelo, pero quería algo más y no estaba dispuesto a
perderlo. Luego, de regreso a su aldea, se sintió, lógicamente, conflictuado
por presiones que venían de muchos lados y que
sus vecinos simplificaron en la pérdida de Eurídice cuando ya apenas recordaba
a Eurídice. Bajar las escaleras del metro es como bajar al infierno y su motivo es
igualmente dramático. La muerte de Eurídice por la picadura de una serpiente
tiene otro significado.
De Isolagnosis. Ediciones en Huida (2013). Aquí podéis ver un resumen.
www.edicionesenhuida.es/producto/isolagnosis/
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