miércoles, 16 de octubre de 2013

Una nueva aproximación al mito de Eurídice y Orfeo



No puedo negar que al principio
todo esto me asustaba.
Las hojas secas crujiendo a mi paso.
Las ramas arañándome la cara.
Los ecos de los estorninos
y esa eterna curiosidad
que me apretaba la barriga
y me soltaba la risa.
Como cuando asustas a una bandada
de palomas. Sin darte cuenta,
es la muerte el camino
hacia una nueva vida.
El aleteo, el arrullo,
la masa de sus cuerpos –percibible-
la masa del conjunto:
porque a veces resulta simplemente
difícil no hacerles caso.

Salieron nuevos enjambres de abejas
de sus entrañas, espontáneamente,
como los antiguos creían
que sucedía con los cadáveres
al finalizar la estación
en la que ella nos abandonaba.
Oh, él ahora debería
de comprender por qué son atraídos
los espíritus de los muertos:
había que ponerse de rodillas
y escarbar para encontrar algo.

Entonces, ¿Qué pensarían los primeros pobladores cuando vieron el agua evaporarse?  ¿Y qué  cuando veían la carne de los muertos corromperse? ¿Se acercaban lo suficiente para apreciar los gusanos, o pensarían lo que pienso yo ahora: que se trataba del alimento y la bebida de los primeros dioses? ¿No fue así como nació la idea -el concepto- de lo divino y del ritual?

Al entrar en esa caverna
una bandada de pájaros negros
comenzó a volar en estampida
y luego veíamos otra vez,
en el cielo, los estorninos
formando extrañas formas y figuras.
Y fíjate, cada figura,
estaba siempre en movimiento.
Siempre era lo que había sido
y lo que iba a ser,
nunca lo que era.
Pero ahora no creo que tengan miedo
porque su canto es hermoso y a veces
resulta más difícil
enterrarme del todo.

Descuidamos los hechos externos de la acción.
El tiempo comenzó a transcurrir muy despacio
o todo pasaba tan deprisa, tan deprisa,
que casi no percibíamos los movimientos.
Así que todos mis fantasmas y mis yoes muertos
palidecieron, retrocediendo del impacto,
y dejaron caer sus herramientas, pensando
que su voz era la vida, sin saber que aquí
la muerte es la vida y la vida es como la muerte.
Conteó Cerbero sus tres bocas y la rueda de Ixión se paró en el tiempo.
Porque la belleza de su canto es innegable
también en los salones del mundo subterráneo
-que no es la muerte, es la vida y la cosecha.

No sabía que mi belleza podría volverse en mi contra. Ni sabía que mi cuerpo provocaría tantas persecuciones. Por qué me castigas por ser curiosa. Solamente bajé buscando piedras de jade para hacerme un colgante y quise tocar esos juncos que sobresalen del agua en la ribera del rio y que ya acabaron con la joven noble de piel tan blanca que ahora pertenece al rio, cantando despreocupada hasta lo más profundo.

Dio tantas cosas por sentadas
y tenía tantas expectativas,
porque necesitaba asegurarse
de que el futuro es un lugar hermoso
-que va a seguir siéndolo
y que debe serlo a su modo.
Porque si no, tantas contradicciones
acabarían con él determinantemente.
Todas sus presiones me parecen perdonables…
¡Ay! si “perdonar” no fuese una palabra extraña
para los espíritus de los muertos.

Y sí, su cabeza seguiría mirándome
a pesar del tiempo, a pesar del frio,
como si aún siguiera atada a su cuerpo,
y podría convertir mi corazón en piedra
si no me mostraba suficientemente fuerte
-y suficientemente cauta-
para cerrarle los ojos despacio,
a pesar de que así
me cerrase lo ojos a mí misma.
Por eso no me molestó
que bajara nervioso al metro
el día que nos enfadamos.


Ahora yo me pregunto: dónde van tantas almas elevándose. No puedo dar un paso sin asustar a estos pajaritos o golpear una colmena que no sé de donde salen.

¿Existe alguna diferencia
entre la observación del problema desde dentro
 o su análisis desde el exterior?
Las hojas secas crujiendo a mi paso.
Las ramas arañándome la cara.
La subida es escarpada y oscura
y tengo que andar con cuidado,
porque las rocas son resbaladizas
y ya me he tropezado
no sé cuántas veces hoy.
Una se deja caer por inercia
y deja que la arrastren
condescendientemente,
pero subir, subir es otra cosa.
Y esto quiero que lo entiendas:
subir contigo hubiera sido como bajar,
porque aquí la muerte es la vida,
 y la vida es exactamente igual que la muerte.

Tus dos ojos me paralizan
como la mirada de la Gorgona.

Es la muerte la vida,
la semilla desenterrada.


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