miércoles, 4 de junio de 2014

La zona muerta. Penúltimo fragmento



Alberto explicó un sueño en el que se le caían los dientes y eso está asociado a la perdida de la masculinidad. No es para nada un buen augurio. Otras lo relacionan con la pérdida de algo valioso, que puede ser material o un ser querido cercano que va a morir en poco tiempo. También nos contó que íbamos todos por las alcantarilla de Paris y él se retrasaba para que no le viéramos y a escondidas, avergonzado de sí mismo, sabiendo que lo que iba a hacer a continuación era algo nauseabundo (pero que no podía evitarlo porque algo más fuerte él mismo le empujaba a hacerlo) cogía un pescado del agua sucia de las letrinas y se lo comía crudo a bocados, como el Pingüino en la película de Batman.  El también tenía algo que ocultar: un secreto, una zona de sombra... Esa confidencia animó a Pilar y nos contó, haciéndose la interesante, que a veces se perdía en un lugar de interminables puertas y paredes, cada una de ellas cerradas con veinte cerraduras. Y unos pequeños seres que estaban constantemente construyendo más puertas y más paredes, más puertas y más paredes, más rápido de lo que ella podía avanzar. En ese lugar Alberto se la aparecía como llamándola desde distintos lugares y todo era muy raro y ella tenía miedo. Después, cuando él fue al servicio, Pilar me dijo que no era con Alberto con quien soñaba.

Le dije que yo no soñaba nunca.
Tenía una casa en medio de un lago.
El chico me miraba en el museo.
Me pusieron el nombre de una flor
que significa que siempre camino
entre dos universos diferentes.
También significa perseverancia.
Nuestros padres, afuera, nos buscaban.
Pero esto sucedió hace mucho tiempo.
Dentro de la casa disfrutábamos
de una extraña y bonita intimidad.






En el arquetipo del secreto se lanza una especie de encantamiento, como si fuera una negra red sobre una parte de la psique de la mujer, quien se ve inducida a creer que jamás deberá revelar el secreto y, en caso de que lo revelara, todas las personas honradas que se tropezaran con ella la insultarían a perpetuidad. Esta amenaza adicional así como la misma vergüenza del secreto obligan a la mujer a soportar no un peso sino dos.
Esta especie de amenaza de encantamiento sólo es un pasatiempo para las personas que sólo emplean un pequeño y negro espacio de sus corazones. Para las personas que sienten afecto y amor por la condición humana es justo lo contrario. Tales personas ayudarían a la mujer a revelar el secreto, pues saben que éste produce una herida que no sanará hasta que se exprese con palabras y se dé testimonio de él.








1 comentario: