Caridad de la
piedra sin ventanas.
Pero qué de
estupideces me dices.
Lisa fría o
rugosa y caliente.
Un buen amigo
no pregunta tanto.
Decoradas en
oro,
las puertas,
no pueden abrirse.
Y esto es
muy importante:
nadie debe
enterarse,
pero el
verano llega tarde como
un saco de
arena sobre la espalda.
Amarillo,
recorre la montaña.
Sabia
violeta, florece cuanto antes.
Luz del sol
que entra oblicua
por el hueco
de la ventana.
La oscuridad
de la siesta de la tarde.
Y yo echaba
de menos abrigarme en invierno.
El bosque es
un lugar
donde nada
está prohibido.
Pero bueno,
el verano tampoco
está tan mal,
yo lo disfruto:
vamos casi
desnudos por la playa
y ya no me
avergüenzo de mi cuerpo
y siempre
que él intenta cavar
un agujero
con sus manos
yo se lo
destrozo con el pié.
Pero hay una clase de historia en particular que tiene que ver con los secretos de una mujer, especialmente los que se asocian con la vergüenza; dichos secretos contienen algunas de las más importantes historias a las que una mujer puede dedicar su tiempo. Para la mayoría de las mujeres, estas historias secretas son sus propias historias personales, incrustadas, no como piedras preciosas en una corona, sino más bien como negra grava bajo la piel del alma: los secretos asesinos.
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