pero no de amantes,
tú eras mi hermano.
Nos cruzamos en una
tienda
mientras yo elegía
un vestido.
Habían pasado cinco
años.
Él dice: recuerdo
que cuando abriste la puerta
algo se paró en mi
consciencia.
Luego, entraste y
hablabas con gente,
fumabas y apoyabas
el codo sobre tu mano.
O yo era tu perro o
tu mi gato,
pero no estábamos
enamorados.
Primero vi tu mano,
después tu jersey morado.
¿Sabes que nunca
hablas de tu viaje por Europa?.
Y la semana pasada
me crucé con ella.
Apenas pasó por mi
lado
me preguntó por ti,
me dijo cómo te va,
y era su boca la que se movía.
Y nada, nada. Nos
montábamos en el tren
y veíamos pasar los
árboles desde la ventanilla.
Tu amiga. La que
nos encontramos la otra noche.
¿Fátima? No está
bien. Ha ido al médico.
Tan, tan, tan
blanca y tan delgada.
Solo viéndola andar
sabía yo que le
pasaba algo.
Te hizo tss tss
tss cuando vio que me abrazaste.
Se tropezó con los
tacones
y hablaba como una
borracha.
La pobre. Y son
esas las chicas que te gustan.
Caminaba
a la deriva como un barco flotando en absenta.
Nunca
pasó nada, nunca pasó nada.
Nunca te dije que
me guste.
La
luz del farol parecía tranquilizarla
pero
algo desde el túnel la llamaba.
Un
día me dijo que por qué no subía a su casa
y
a mí se me tropezaron las palabras.
Decía:
ya he cumplido mi año de amor.
O
“antes quería disfrutar y experimentar,
con
una primera impresión me bastaba”.
Pero
miraba para atrás
cuando
lo decía y era como una rueda
o
un infierno. Como el pasado y el futuro
mezclados
en un mismo punto.
Como
Sísifo cargando una piedra.
Y conocimos a unos
chicos franceses que quisieron
acompañarnos el
resto del viaje.
Y nos hicimos amigos.
Y luego ella se
alejaba y se metió en un túnel,
se quitó los
tacones y caminó descalza.
Es un atajo hacia
su casa.
Se sentó y agachó
la cabeza
y uno de ellos
estudiaba cine
y quería rodar un
corto
y que
participásemos nosotras,
y se pasó todo el
viaje hablándome de películas
y contándome historias mientras me acariciaba la mano.
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