domingo, 10 de noviembre de 2013

La zona muerta. Fragmento I



Caridad de la piedra sin ventanas.
Pero qué de estupideces me dices.
Lisa fría o rugosa y caliente.
Un buen amigo no pregunta tanto.
Decoradas en oro,
las puertas, no pueden abrirse.
Y esto es muy importante:
nadie debe enterarse,
pero el verano llega tarde como
un saco de arena sobre la espalda.
Amarillo, recorre la montaña.
Sabia violeta, florece cuanto antes.
Luz del sol que entra oblicua
por el hueco de la ventana.
La oscuridad de la siesta de la tarde.
Y yo echaba de menos abrigarme en invierno.
El bosque es un lugar
donde nada está prohibido.
Pero bueno, el verano tampoco
está tan mal, yo lo disfruto:
vamos casi desnudos por la playa
y ya no me avergüenzo de mi cuerpo
y siempre que él intenta cavar
un agujero con sus manos
yo se lo destrozo con el pié.

Pero hay una clase de historia en particular que tiene que ver con los secretos de una mujer, especialmente los que se asocian con la vergüenza; dichos secretos contienen algunas de las más importantes historias a las que una mujer puede dedicar su tiempo. Para la mayoría de las mujeres, estas historias secretas son sus propias historias personales, incrustadas, no como piedras preciosas en una corona, sino más bien como negra grava bajo la piel del alma: los secretos asesinos. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario