martes, 19 de noviembre de 2013

Aléjate de la caída de la tarde.



La naturaleza nos habla
y sus dos ojos amarillos
se encienden violentos en el bosque.
Los caminos nos conducen
por senderos oscuros y las linternas
nos alumbran difícilmente.
Se respira el olor de la consciencia
intranquila, del trabajo realizado
y de sus consecuencias positivas y negativas.


El atardecer es un momento de cambio. Como tal, puede provocar ciertas tensiones que algunas veces es necesario gestionar. Aléjate de la caída de la tarde es un consejo, casi una advertencia. Cabe preguntarse quién lo dice, a quién se lo dice y, sobre todo, por qué. 

El atardecer es un cambio, un proceso en el que hay un antes y un después. O por lo menos, cuando no lo vivimos directamente, nos permite dividir la jornada entre el día y la noche, entre lo que ocurrió antes y lo que ocurrirá luego, recordándonos, inevitablemente, el paso del tiempo. 

También es un momento que nos prepara para otro orden de cosas. Quizás sea una advertencia irónica o un consejo fruto del miedo a lo desconocido o a lo mejor el título del poema solamente quiere advertir de que el atardecer puede ser beneficioso y peligroso al mismo tiempo y otras cosas que no podría explicar. 



La naturaleza nos habla... Recuerda al poema de Baudelaire: 

La Naturaleza es un templo donde vivos pilares 
dejan brotar, a veces, palabras confusas; 
el hombre la cruza entre bosques de símbolos
que le observan con ojos familiares... 

Los poetas simbolistas veían el mundo como un misterio. Un lenguaje oculto que había que descifrar. Todo era el objeto, el color, la sensación y al mismo tiempo tenía otro significado. Para estos poetas (hay que entender que el simbolismo ha sido, quizás, la corriente poética más importante) el lenguaje poético, el lenguaje literario, era una herramienta para descubrir, o por lo menos evidenciar, estas correspondencias. Es decir, la poesía y el arte como elemento cognoscitivo. Es decir, la poesía, igual que la ciencia moderna o la filosofía, como una herramienta humana para conocer el entorno. 

...y sus dos ojos amarillos se encienden violentos en el bosque. El simbolismo del bosque es amplio. Más allá de sus interpretaciones directas (el laberinto, el peligro, un lugar donde puede pasar cualquier cosa) todas sus posibles significados derivan del retiro espiritual y todo (lo bueno y lo malo, el perderse, el encontrar cobijo o algún animal peligroso) son metáforas de las consecuencias internas del retiro espiritual. Todos los iluminados de la historia se retiraban al bosque a reflexionar. Los dos ojos amarillos de la naturaleza tienen, por lo tanto, una relación directa con la iluminación. 

Los caminos nos conducen por senderos oscuros y las linternas nos alumbran difícilmente. Caminar por la naturaleza a oscuras es difícil, te tropiezas y uno debe tener cuidado y andar despacio y saber que no se puede dar un paso firme. Nuestras herramientas, las linternas, símbolo aquí del pensamiento occidental, solo alumbran un punto fijo, perdiéndose todo lo demás. El relativismo. También está relacionado, no con la iluminación directamente, sino con el proceso de aprendizaje. 

Se respira el olor de la consciencia intranquila... Imposible no tener a veces esa sensación. 

...del trabajo realizado y de sus consecuencias positivas y negativas. Controlar y asumir, en la medida de lo posible, las consecuencias de nuestras acciones es lo único que podemos hacer, lo único que nos justifica. Y siempre hay algo que se pierde y algo que se gana. 

Hace tiempo escuché: la palabra "progreso" no existe, lo que se avanza en un aspecto, se retrocede en otro. Solamente hay decisiones, entonces, cosas de las que queremos preocuparnos y otras cosas de las que no. O algo así. Yo no sé. 






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