jueves, 12 de septiembre de 2013

Una visión sobre el mito de Orfeo y Eurídice.



La extraña y melancólica canción
ablandó el corazón de los demonios
y, por única vez,
al menos hasta donde conocemos,
hizo llorar a los tormentos.
Canciones de un domingo adormilado.
En cambio, son muchos quienes opinan
que los dioses no le entregaron
a su amante porque les pareció
que se mostró cobarde,
como buen citaredo,
y no fue capaz de perder la vida
para volver a estar junto a Eurídice.
Las esquinas que doblan pensamientos.
Las sicológicas esquinas
que no conocen la piedad
ante una súplica humana.
Esa tarde colgaba de mi brazo
como una carpeta
y caminábamos bajo la lluvia
hacia el metro que la dejaba en casa.
Algunos meses antes
sus zapatillas reposaban
sobre un tronco calentándose al sol.
Si abría los ojos veía
su bolso y sus gafas,
su cuerpo como una montaña
que impedía ver parte de los edificios.
Bebiendo limonadas,
tumbados a orillas del río,
quería meter los pies en el agua,
miraba para abajo y decía
“yo sólo pretendía”
o “lo único que yo buscaba”.
No valgo para mucho más.
No valgo para mucho más.
No valgo para mucho más.
Pero eso sería demasiado triste.
Sucumbió a la mordedura de una serpiente en un tobillo.
Sin mirar para atrás, yo dije:
“a lo mejor hay una jeringuilla”.
Y ya nos entró el miedo
y dejamos de andar descalzos
por el césped. Era verano.
¿Recuerdas lo qué decían nuestros padres?
No caminéis descalzos
por la arena caliente,
puede haber jeringuillas enterradas.
Entonces, siempre será peligroso.
Seré viejo y siempre
habrá algo escondido.
Recitando sus últimas palabras
bajé las escaleras buscándola
y eché un vistazo en el andén.
Cerbero conteó abiertas sus tres bocas
y la rueda de Ixión se paró con el viento.
Me giré asustado pensando
que no estaba.
Pero terminaba el invierno
y caminábamos bajo la lluvia
hacia el metro que la dejaba en casa.
Luego la historia ya está escrita.
Tanto en las hojas muertas y húmedas
que el barrendero amontona,
como entre las ramas secas de un árbol
frente a la fachada de un edificio
-algo esconden que nos preocupa a todos.
Tienes buen oído, yo sólo escucho
los pájaros silbando en mi ventana
cuando todavía estoy dormida
y, a veces, un bullicio.
Cuando sueño contigo.
Cuando sueño contigo
abro los ojos incómoda.
Como aquella vez en la que estaba
cerca de un bosque y escuchaba
algo así como una flauta.
Te veía jugando en los arbustos
y cuando miraba de nuevo
ya no estabas. Reaparecías lejos.
Yo te seguía. A mis pasos,
las ramas, rotas, crujían.
Sentía un escalofrío en el pelo
y luego venían a por mí, deslizándose,
y yo creía que me mataban, que me moría.
El día anterior habíamos visto a un hombre
durmiendo justo donde
nos gustaba tumbarnos.
Parecía un vagabundo, estaba sucio.
Para ellos no era un hombre afligido,
era un citaredo.

...


Orfeo bajando a los infiernos para pedir que le devuelvan viva a Eurídice muerta. Parece un sacrificio grande, un esfuerzo ejemplar. Orfeo, por amor, es capaz de llegar al lugar más tenebroso del planeta y recuperarla y, por amor, la pierde de nuevo. No fue capaz de realizar el sacrificio eterno. Si solo quería estar junto a Eurídice, la muerte hubiera sido su consuelo, pero quería algo más y no estaba dispuesto a perderlo. Luego, de regreso a su aldea, se sintió, lógicamente, conflictuado por presiones que venían de muchos lados y que sus vecinos simplificaron en la pérdida de Eurídice cuando ya apenas recordaba a Eurídice. Bajar las escaleras del metro es como bajar al infierno y su motivo es igualmente dramático. La muerte de Eurídice por la picadura de una serpiente tiene otro significado.

De Isolagnosis. Ediciones en Huida (2013). Aquí podéis ver un resumen. 


www.edicionesenhuida.es/producto/isolagnosis/

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